Hoy 9 de septiembre vuelta al cole y encima enamorada del profe. Sí, hoy me toca volver a coger los bolígrafos, preparar los libros y los sacapuntas para sacar la punta. Lo preparo para ella, mi hija.
Se lo he preparado todo ya, hoy la he acompañado entre niños, risas y mamis maduras españolas como yo, en la cola de la puerta del colegio.
Y como decía, sigo enamorada de su profe de gimnasia como el primer día, de Sandro, fue inmediato el flechazo. Porque yo en horarios de clase me pierdo en las profundidades de mis deseos más ocultos, mientras mi pequeña Laura hace sus deberes y atiende a clases ineficientes.
Por qué ocultar que estoy viviendo una nueva juventud, por qué renunciar a un deseo más fuerte que cuando tenía 20, 30 ó más años. Ahora mismo soy el suspiro de una universitaria, el deseo de una quinceañera, los años perdidos de divorciada. No tengo fin ni límites, prejuicios ni lamentaciones. Quiero vivir esta sensación al máximo de sus emociones.
Enamorada del profe de gimnasia Sandro
Era un día que la llevaba a clase de gimnasia extraescolar, ya que juega a fútbol como muchas chicas. Ahora se ha puesto de moda ser futbolista también entre nosotras, por eso la llevé y por eso conocí a su profe. Nada más vernos supimos que había algo más que una simple mirada de extraños o que un toqueteo de verano. Ya que somos muchas madres y yo podía ser una más, ¡pero no! Fui la única, the only one, solo para él.
Cuando nos quisimos dar cuenta nos estábamos intercambiando nuestros móviles de forma clandestina. Ajenos a miradas del resto de mamis expectantes y amantes inmersos en nuestro febril estadio hormonal.
No tardamos mucho en quedar, no… lo nuestro no fueron cafés ni cervezas, habladurías o rodeos, fue directamente sexo enmascarado en amor pasajero, o sea: sexo directamente.
Encuentros sexuales con el profe de gimnasia
Pronto quedamos en mi coche, porque él, más joven que yo, él tendría 25 años, no tenía ni coche ni nada. Y ahí hacíamos de todo en la parte de atrás de mi coche, sobre todo lo que más recuerdo es la primera paja que le hice.
Él venía con chándal todavía de la clase y sacársela fue todo suave y fácil con manos de pastelera. Se la saqué como el que saca un pepino de la bolsa de la compra, pero esta vez, era un trozo de carne vivito y coleando. Estaba enamorada del profe Sandro.
¡Sandro no entiendo cómo nos ha podido pasar esto!, le decía yo entrecortada. «Calla, y menéame la polla que la clase ha sido dura y estoy fuerte como un toro».
Eso me decía él, normal, con unos 20 años menos que yo, radiante de fuerza y potencia, yo más que podía que pajearle todo lo que podía (y valga la redundancia). Así me dejaba de tonterías de meterme en internet y en chats de maduras buscando hombres. Era una catarsis y liberación poder prestarme a sus deseos en mi coche, y ponerme en tantas posiciones como a él le diera la gana.
Yo siempre acudía a nuestras citas sexuales con vestido para que en el mismo coche, Sandro pudiera sacarme las tetas o levantarme el vestido. Subírmelo hasta la cintura o bajarme los tirantes quedando mis vencidos grandes pechos al descubierto. Solo tenía que ofrecerle mi pasion para que él me empotrara con condón. Notando cada vez más, sus manos fuertes en mis caderas y falo gordo plastificado al montarme como un potro desbocado. Pintarme la cara de blanco y ser toda tuya, Sandro.