Sandrine era una ama de casa que pasaba las horas y los días con pesadumbre. Pero quería pasarlos con Ramon, que era su amante online. Las llamadas con voz maduras le picaban la curiosidad porque pasaba largas horas sola en casa. Un buen día entró en webs de citas para parejas para ver si había algún hombre que le gustara. Encontró a Ramón, un joven apuesto mucho más joven que ella y que parecía interesarse por los frutas maduras.
Muy pronto empezaron a chatear de lo lindo, y las horas se les pasaban como se le pasan a un borrachín en la barra del bar. Hablaban y hablaban, se mojaban y se mojaban, ambos en silencio. Su timidez de espejo provocaba que no se dijeran lo que sentían de verdad. Pero la madre naturaleza que NUNCA perdona iba por otro camino.
Porque cada vez que se ponían ante sus ordenadores, ante esa cam, webcam los dos se ponían calientes. «¡Vamos a hablar por teléfono, como si fuera una linea erotica de esas cachondas!» Tuvo ella esa gran idea que desde entonces maneja sus noches solitarias y las unifica en todo uno.
Pasion por llamadas con voz maduras
Y es así como él, que ya he había mandado alguna foto de su mimbro viril y ella de sus tetazas caídas, empezaron una relacion de sexo telefonico sin control. Ella, Sandrine, cuando le llamaba ya lo hacía completamente desnuda. Sus grandes tetas le colgaban por los laterales nada más quitarse el sujetador. Algo que ya le excitaba de por sí.
Se notaba con los pezones duros a rabiar, deseosos de una buena polla que llevarse al pezón, o a la boca. Por eso estaba Ramón que no paraba de decirle lo mucho que le ponían sus tetas grandes, y lo grande que se le ponía la polla. Ella enloquecía cuando le decía que la tenía dura con solo oírla.
Ella le había enviado fotos desnuda, con algún otro chico con el que quedaba. Casada pero insatisfecha ponía cuernos cuando podía al marido. Lo mejor la ducha relajante después de las folladas con otros tíos. Toda una gordita casada disfrutando de la vida con alguna foto, con llamadas con voz maduras y con un coñito, muy peludo. Y sobre todo, con ese gusto por el sexo anal, por el culo, le encantaba que sus amantes le abrieran las nalgas para los anales de la historia. Porque cuando notaba todo un miembro duro por las paredes del recto, ella se retorcía de placer y de dolor.